domingo, 29 de abril de 2018

En compañía de lobas


Tengo rabia. Tengo mucha rabia y siento mucha impotencia. No puedo dejar de pensar que en mi país estamos desprotegidas, que se juzga a una chica que ha sido violada antes que a los cinco “individuos” que la han violado. No puedo dejar de pensar en que esto es un ejemplo extremo de lo que vivimos las mujeres a diario. No puedo dejar de pensar que la puta sociedad está permitiendo que todas vivamos con miedo. 
Yo no sé por dónde empezar a contar. No sé si contar aquella noche en la que un tío se sentó a mi lado en la parada del autobús, se deslizó por el banco hasta pegarse a mí (e incluso me enseñó sus “abdominales”) y por decirle tres cosas desde la acera de enfrente (cuando se estaba yendo y un coche de policía pasaba por allí) me tiró una lata de cerveza medio llena que, por desgracia, dio a una amiga que me acompañaba. No sé si contar aquella noche en la que un coche se paró en mitad de una calle solitaria de mi barrio y mi amiga y yo tuvimos que correr hasta encerrarnos en casa (y al rato de encender las luces, sonó el timbre). No sé si contar aquella vez que a plena luz del día yendo al trabajo (también pasa cuando vamos con uniformes de mierda) pasé delante de un tío borracho que me siguió durante un rato (que a mí se me hizo eterno) hasta que me camuflé entre la gente que iba a cruzar el paso de peatones... Y sí, también, como muchas otras chicas a las que he leído estos días, he corrido de la parada del bus a mi casa (literalmente 30 segundos) por lo que pudiera pasar. Y mis amigas y yo nos hemos escrito mensajes de sound and safe por las noches al llegar a casa. Y he llevado las llaves preparadas. Y me han dicho millones de veces “ten cuidado”. Y me lo siguen diciendo. Y yo siempre he tenido cuidado. Y lo sigo teniendo. Pero da la casualidad que no depende de mí estar a salvo. Que depende de que al tío de turno no se le crucen los cables y decida violarme en el portal de mi casa, o en la calle, o de fiesta, o en un concierto. 

Es realmente triste que estas situaciones sean tan comunes. Porque nos han hecho así. Porque han hecho de nosotras la debilidad y de ellos el poder. Porque somos nosotras las que tenemos que prepararnos para “por si acaso pasa algo” y no ellos los que se tienen que preparar para hacer que no pase nada. Y por eso el caso de La Manada es tan repugnante; no solo porque esa chica tiene que estar pasando un calvario, sino que además muestra cómo la sociedad está configurada. Pero todo esto va a cambiar, hermanas, porque debemos y vamos a hacer una cosa: aullar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario