Tengo rabia. Tengo mucha rabia y
siento mucha impotencia. No puedo dejar de pensar que en mi país estamos
desprotegidas, que se juzga a una chica que ha sido violada antes que a los
cinco “individuos” que la han violado. No puedo dejar de pensar en que esto es
un ejemplo extremo de lo que vivimos las mujeres a diario. No puedo dejar de
pensar que la puta sociedad está permitiendo que todas vivamos con miedo.
Yo no sé por dónde empezar a contar.
No sé si contar aquella noche en la que un tío se sentó a mi lado en la parada
del autobús, se deslizó por el banco hasta pegarse a mí (e incluso me enseñó
sus “abdominales”) y por decirle tres cosas desde la acera de enfrente (cuando
se estaba yendo y un coche de policía pasaba por allí) me tiró una lata de
cerveza medio llena que, por desgracia, dio a una amiga que me acompañaba. No
sé si contar aquella noche en la que un coche se paró en mitad de una calle
solitaria de mi barrio y mi amiga y yo tuvimos que correr hasta encerrarnos en
casa (y al rato de encender las luces, sonó el timbre). No sé si contar aquella
vez que a plena luz del día yendo al trabajo (también pasa cuando vamos con uniformes de mierda) pasé
delante de un tío borracho que me siguió durante un rato (que a mí se me hizo
eterno) hasta que me camuflé entre la gente que iba a cruzar el paso de
peatones... Y sí, también, como muchas otras chicas a las que he leído estos
días, he corrido de la parada del bus a mi casa (literalmente 30 segundos) por
lo que pudiera pasar. Y mis amigas y yo nos hemos escrito mensajes de sound and
safe por las noches al llegar a casa. Y he llevado las llaves preparadas. Y me
han dicho millones de veces “ten cuidado”. Y me lo siguen diciendo. Y yo
siempre he tenido cuidado. Y lo sigo teniendo. Pero da la casualidad que no
depende de mí estar a salvo. Que depende de que al tío de turno no se le crucen
los cables y decida violarme en el portal de mi casa, o en la calle, o de
fiesta, o en un concierto.
Es realmente triste que estas
situaciones sean tan comunes. Porque nos han hecho así. Porque han hecho de
nosotras la debilidad y de ellos el poder. Porque somos nosotras las que tenemos
que prepararnos para “por si acaso pasa algo” y no ellos los que se tienen que
preparar para hacer que no pase nada. Y por eso el caso de La Manada es tan repugnante;
no solo porque esa chica tiene que estar pasando un calvario, sino que además muestra
cómo la sociedad está configurada. Pero todo esto va a cambiar, hermanas, porque debemos y vamos a hacer una cosa: aullar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario