El otro día, en mi revisión
matutina de Facebook, me encontré una foto cuyo texto decía algo así como: “Ser
anti-feminista no significa ser anti-mujer”. Ante esto, la menda no se puede
quedar callada y en vez de hacer cosas de provecho, como leer para preparar mi
jodida tesis, pues aquí estoy.
Antes que nada debo decir que la foto era de
una página de Facebook (que conozco por, como no, Elisa) sobre filosofía.
Principalmente me ha llamado la atención porque venía de esa página y porque me
parece una foto compartida sin criterio alguno. Además la foto (una especie de
collage) sorprendentemente venía de (o estaba hecha por) una mujer. Puede que
fuera con tono irónico, pero yo me lo he tomado como si no lo fuera porque este
tema me enerva mucho. Ahí va la reflexión.
Me gustaría hablar de este
concepto tan “confuso” para algunas y algunos. Os comento, lo primero de todo, que
no soy ninguna experta en feminismo (ojalá lo fuera). Sin embargo, la mayor
parte de mis trabajos (en conjunto con Sara y Elisa) han tratado sobre género,
mi Trabajo de Fin de Grado trató sobre género (aunque sin mucha base
teórico-crítica) y mi tesis irá sobre ciencia ficción feminista, o sea, género,
así que tengo unos cuantos ejemplos para ilustraros. Pero primero vamos a
empezar con la definición de la RAE:
feminismo
Del fr. féminisme, y este del lat. femĭna 'mujer' e -isme
'-ismo'.
1. m. Ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos
derechos que los hombres.
2. m. Movimiento que se apoya en el feminismo.
A pesar de que la segunda
acepción es bastante pobre, la primera no deja lugar a dudas. “Ideología que
defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres”.
¿Cuál es la confusión aquí, a ver? ¿Dónde está el doble sentido? Pues todavía
habrá alguna personita por ahí que diga “Bueno, esto es que esta manipulado”.
Voy a repetir aquí para todas
esas personas las diferencias entre el concepto anterior, feminismo, y otro
concepto, hembrismo. Este último no lo recoge la RAE (ni al parecer Word porque
me lo marca como error) pero existe. Solo tenéis que buscarlo en Google y os
saldrán miles y miles de entradas al respecto (entre ellas una petición para la
inclusión de la palabra en el diccionario). Como definición simple diremos que
es el término que se refiere al desprecio hacia el hombre; podríamos decir que
se refiere a la ideología que va en contra de los derechos de los hombres y
aboga por la superioridad de la mujer. Resumiendo, sería el equivalente al
machismo pero cambiando los géneros que dominan o quieren dominar.
Ahora, si la sociedad patriarcal
decide tergiversar los conceptos y concluir que hembrismo y feminismo son lo
mismo, obviamente se crea la confusión. Quizás sea esta mezcla manipulada de
conceptos la razón por la que tantas personas tienen miedo o rechazo a
declararse feministas. Pero, volvemos al tema de la curiosidad, ¿por qué
cojones os creéis todo lo que os dicen y no investigáis ni un poquito?
Queridos amigos, después de la
introducción, os diré que ser antifeminista ES ser antimujer. Ser antifeminista
significa que no estás de acuerdo con la idea de que la mujer deba tener los
mismos derechos que los hombres; es decir, que siga viviendo en una posición
inferior. Y ni se os ocurra decirme que la mujer no vive o no ha vivido en una
posición inferior. Vamos con ejemplos.
Nos podemos remontar a la Biblia para ver como Eva tuvo la culpa de todos los males de la humanidad, por dejarse seducir por la serpientita y por débil (no tuvo bastante con salir de la costilla de Adán). Si recorremos
cronológicamente y rápidamente las diferentes corrientes literarias (hablo de literatura inglesa porque en las demás soy una inculta; lo sé, además soy muy pesada),
se ve perfectamente también la posición de inferioridad de la mujer: desde la Edad
Media se ha considerado a la mujer como una idealización, la imagen de
inocencia, pureza y castidad, algo inalcanzable; más adelante quizás se perdió
todo eso de la idealización y se mantuvo la idea de inocencia, virginidad y domesticidad
como argumentos de que la mujer era efectivamente el sexo débil. Y así continuó
hasta probablemente los siglos XVIII y XIX en los que la presencia de la mujer
se iba haciendo un poco más notable. Son los siglos del origen y desarrollo de
“la nueva mujer”, cuentan con mayor número de escritoras –las Brönte, Austen,
Shelley, Lee,…- que siglos anteriores y también, casualmente, empieza a
plasmarse en las obras de escritores masculinos la presencia de mujeres
poderosas y manipuladoras (femme fatale), que, normalmente, terminan mal, comparada con la
presencia de mujeres tradicionales (inocentes, castas, puras, sumisas) que también terminan mal. Es decir, el despunte de la mujer deja
entrever el miedo de los hombres a que los tornos cambien y este miedo es
plasmado a través de personajes femeninos estereotipados que esconden un
mensaje de advertencia: no salgas de casa o acabarás peor. Seguramente, la toma
de conciencia de la propia mujer contribuyera a que los hombres dejaran
mensajes misóginos (más o menos explícitos) en sus obras, aunque la verdad es
que esa misoginia siempre ha estado ahí. Con el siglo XX llegó la
importancia del movimiento de la mujer. El siglo XX fue otro gran siglo de
escritoras y artistas, y, por supuesto, no podemos dejar de hacer referencia a la importancia de las sufragistas [sobre
las cuales van a estrenar una película, creo que este mes, que tiene repartazo]. También el surgimiento de la psicología como ciencia en el XIX (si
no me equivoco) dejó teorías (algunas sobre la feminidad y misóginas) que
servirían en el siglo XX, junto con escritos filosóficos (muchos también
misóginos), como base de mucha de la teoría y filosofía del este movimiento.
Estos son algunos datos
literarios (muy simplificados), pero no nos hace falta irnos a ese
extremo; basta con que analicemos un poquito el lenguaje con el que nos
expresamos. Un ejemplo muy simple es el uso del plural masculino en español,
del cual me confieso usuaria: “queridos amigos”, como puse en algún párrafo más
arriba, para referirse tanto a amigos como a amigas. En inglés, se observa esto
en algunas profesiones, como policeman
o fireman y en el caso contrario stewardess, que cada vez se están
sustituyendo más por genéricos como police
officer, firefighter o flight assistant/attendant. También se observa en palabras como mankind que se refiere a la humanidad en general (aunque en La declaración de independencia se use
con segundas, amigo Jefferson) y en el uso de pronombres como his en frases en las que se utilizan
otros pronombres como someone o everyone que no especifican género
(aunque ahora cada vez más se usa their).
Por supuesto, más allá de
lenguajes y libros, están las situaciones sociales. Tenemos desde prácticas
asociadas con la mujer (coser, bailar, tareas del hogar… ¡incluso saludarse con
dos besos!) y que los hombres se niegan a hacer porque pierden su masculinidad,
hasta trabajos con salarios más bajos (incluso en pleno siglo XXI, la famosa frase),
estar relegadas a la maternidad (afortunadamente cambiando)… Incluso en los
deportes se presta menos atención a la categoría femenina por lo de siempre (me
incluyo dentro de la categoría de personas que no tiene ni puta idea de deporte
y que si sigue alguno es el masculino. SHAME).
En fin, que sí; que la misoginia
está ahí y que una mujer no se puede declarar antifeminista porque eso sería
querer estar esclavizada siempre. No pierdo la esperanza de que sobre todo las
mujeres nos concienciemos de esto. Gracias a todas las que decidieron que la mujer debía ser escuchada, a las que defienden el
feminismo y a las nos declaramos feministas e intentamos defenderlo a capa y
espada, aunque a veces caigamos en el discurso machista. Y, por supuesto,
gracias a todos los hombres que juntan sus voces a la nuestra.
Y recordad, pequeñuelas y
pequeñuelos o pequeñuelos y pequeñuelas: ser feminista es defender la igualdad.