Hoy, como diría una amiga mía, me
siento cimbreña, así que he decidido despotricar un poco más de todo el mundo.
Pero lo vamos a hacer sutilmente hablando sobre la curiosidad.
Mirad, gracias a mi carrera,
estoy expuesta a todo tipo de libros, desde los más coñazos que querrías
enterrar y no volver a leer en la vida hasta los que querrías leer una y otra vez,
y que tratan también todo tipo de temas. Todos ellos tienen algo que aportar. Pero,
dejando a un lado la carrera, yo no paro de leer prácticamente nunca. Ahora
mismo tengo una pila de libros que me miran con ojos golosos y yo a ellos con
un ansia que me come. Y cuidadito con salir de casa a dar una vuelta por el
centro o por cualquier sitio con una librería cerca porque es muy posible que
me agencie otro y lo añada a esa pila, incrementando así mi ansia. Vamos, que estoy
leyendo un libro y ya me mata la curiosidad por saber qué esconden los demás. Esto
no solo me pasa con los libros. También soy adicta a las películas, las series,
la música, el arte en general, y si puedo leer sobre ello y hablar con
conocimiento, mucho mejor…
Dicho esto, lo que me inquieta es
lo siguiente: ¿por qué la gente no tiene curiosidad? ¿por qué la gente se
regocija en la ignorancia? Yo no soy la persona más curiosa del universo ni por
supuesto la menos ignorante; alguna cosa sé pero me quedan infinitas por conocer
y es frustrante saber que jamás las podré conocer todas. Por eso intento leer
lo máximo posible, no solo obras literarias, sino también ensayos, artículos,
etc. que me aporten información nueva. Pero esto no le pasa a todo el mundo.
Hablando del círculo de personas
que me rodea, solo puedo decir que, más allá de mis amigos filólogos, conozco a
3 personas que leen diariamente. Claro, a estas tres personas las tengo fritas
a regalarles, prestarles y recomendarles libros. A los demás solo puedo
recomendarles películas o series (y muchas veces ni siquiera se animan a verlas).
De la música ya ni hablamos; con tanto reggaetón (aún me pregunto cómo este
estilo de música contiene en su nombre “reggae”, menudo insulto para Marley),
la gente ya no se para ni a saborear una buena melodía, un buen solo o una
buena letra, nos vale con el “dale, mami, eres mía, dale, dale” (muy profundo
todo y casi nada sexista –nótese el sarcasmo-) y la música perruna que lo
acompaña (sin desmerecer a los perros, que son geniales). Y creedme, hablo con
conocimiento porque yo soy de esas que termina cantándolas todas, 1) porque te
las ponen hasta cuando vas a por el pan y 2) porque ya nadie sale a locales
donde pongan buena música; dejándome llevar por los gustos sociales (aunque hoy
en día qué no es mainstream?)… Una pena…
Dejando a un lado la digresión
musical, no os creáis que no he intentado iniciar al resto de mi círculo en la
lectura. De hecho, lo intento siempre que puedo y además intento buscar el
libro ideal para cada uno. “Oye, B, a ver si me recomiendas un libro… alguno
que me pueda gustar”; a ver, igual te tienes que dejar llevar un poco, chato,
porque si hasta ahora lo que has leído es Crepúsculo
o Cincuenta sombras de Grey, pues
vamos mal (y sí, yo también leí Crepúsculo).
Al final, es muy probable que termine por regalarles ese libro que creo que les
puede gustar. Lo que más me gusta es regalar libros. Aunque algunos
destinatarios te miran con esa cara de “sabes que no me lo voy a leer, no?”
mientras te dicen “ay, muchísimas gracias, a ver si tengo tiempo para leérmelo”.
Por una parte me hace ilusión regalarlos porque me da la impresión de haber hecho
un bien a la sociedad; pero cuando dicen esas frases, a B se le rompe el
corazón en pedacitos muy pequeños. Esa frase significa que no se lo van a leer
y lo que es más: que ni siquiera lo van a intentar, con la excusa de “es que a
mí no me gusta leer” o “el último que me recomendaste no me gustó” o “estoy de
vacaciones y en vacaciones no se lee”… Esta última frase ya sí que me mata y me
remata (como a Miguel Bosé). Os voy a explicar una cosa: leer en vacaciones es
lo mejor. Yo, que me he acostumbrado a leerme hasta 5 novelas en una semana
(por obligación), os digo que lo mejor es leer por placer cuando no tienes nada
que hacer y disfrutar de cada palabra que lees. Y si no te gusta leer, es
porque no has encontrado aún tu libro ideal. No tiene porqué ser ficción; a lo
mejor te interesa más un libro histórico o una biografía… Hay mil opciones, así
que si no lees es porque no tienes la más mínima curiosidad.
Muchos nos centramos en nuestros
campos y no salimos de ese cerco; lo sé. Yo he estado en esa situación. El
estudiar Filología Inglesa me ha limitado mucho a la hora de la lectura. Hasta
hace bien poco, solo leía literatura inglesa y americana, y, por ejemplo, de la
literatura de mi país no tenía ni idea. Sigo sin tener ni idea, pero en mi pila
de libros pendientes, en la que sigue habiendo mil ingleses o americanos, ya
hay espacio para las literaturas de otros países. Sé que si has elegido una
rama es porque eso es lo que te interesa, pero no me cabe en la cabeza que no
te atrevas con nada que se salga de lo tuyo. Repito: a mí también me pasa, pero
intento leer de todo, ver todas las películas y series que me recomiendan, y,
por supuesto, escuchar toda la música que me sugieren. Hay que darle una
oportunidad a todo; si luego no te gusta, siempre tienes tiempo de dejarlo y
probar otra cosa; tú por eso no sufras.
Ahora, en serio, mi abuela que
fue al colegio hasta los 12 años, se ha leído una lista de libros que no tiene
nada que envidiar a la lista de lecturas obligatorias de cualquier filología.
Mi abuela, que muchas de las cosas escritas en los libros las ha vivido en directo.
Y los jóvenes no se atreven a sujetar un libro, no vaya a ser que se corten al
pasar página. ¿Qué está pasando? ¿Es que nadie quiere progresar? Pues ya lo
dijo Nietzsche entre otros: el conocimiento es poder y el ser humano tiene que
desarrollar ese poder, así que si no hacéis nada por desarrollarlo, realmente
no sé a qué aspiráis.
Fdo: una ignorante que jamás
dejará de serlo.