miércoles, 30 de noviembre de 2011

Un día como otro cualquiera

O, quizás, no. Bueno, al principio, sí. Te levantas, enciendes la radio, lo flipas un poco escuchando las canciones que ponen y que te molan, desayunas y vas al metro. En el metro cambias al aleatorio. Ahí es cuando lo dejas todo en manos del azar…o no. Ahí es cuando te pones a dar al botoncito de “next” hasta que aparece la canción que va acorde con el día, con tu estado de ánimo, con tu situación…(probablemente una de los Beatles)
Y es que hay días en los que una canción te puede producir uno de mis famosos orgasmos musicales, pero, cuando acaba la canción, sigues sintiendo que vives en la misma mierda de todos los días. Llegas a Plaza Elíptica y te pones a bajar escaleras como si te fuera la vida en ello, corriendo porque llegas tarde y pensando en porqué la gente te mira raro.
Entonces es cuando te paras a pensar cómo sería tu vida si… (el metro es el lugar adecuado para ello) pero, efectivamente, llegas a Ciudad Universitaria y vuelves a la realidad, después de haber viajado por parajes insospechados en el mundo de tu imaginación mientras soportabas las paraditas innecesarias y el calor de la línea 6.
Y así pasas 2 horas y pico de tu vida al día entre ir y venir.
Pero, llegas a clase y están tus compis, recibiéndote con una sonrisa de oreja a oreja. Te sientas y, aunque hay gente que sigue mirándote raro porque según llegas te pones a cantar con María alguna canción del año pum, te das cuenta de que no querrías cambiar tu vida por nada del mundo.
Sí, seguramente, estéis pensando “¿y esta mierdaca para qué?...pues ¡para nada!
Simplemente, para esas personas que veis todos los días y que os hacen pasar de la profunda miseria a la inmensa felicidad con solo una sonrisa o un comentario absurdo como los que solemos hacer los Naked Philols.

Venga…ya dejo de aburrir al personal.