Allí estaba ella. En pie. Dispuesta a afrontar un nuevo día.
Salió a la terraza; una terraza inmensa con vistas al mar. Vio que en
la mesa estaba el desayuno: dos tazas, un plato para compartir…
Giró su vista al mar. La inmensidad. Cerró los ojos y sintió cómo la
brisa rozaba su piel, sus mejillas, sus labios… Espiró y abrió los ojos.
Una figura se iba aproximando desde la playa. Era él. El que
usaría la segunda taza, con el que compartiría aquel plato…
Él la vio a lo lejos y la saludó. Ella no respondió. Lo siguió con la
mirada hasta que alcanzó la terraza. Él, demasiado caballero, apartó la silla
para que ella se sentara y sirvió el café.
Ella volvió su vista al mar y comenzó a soñar despierta. ¿Cómo
sería su vida si no estuviera él?
Él la miró y pensó lo bonita que estaba con los brazos cruzados, la
mirada perdida en otro mundo y la melena agitada por el viento. Queriendo soñar
también, él miró al mar. ¿Cómo sería su vida si ella le quisiera?
Ella necesitaba soñar. En sus sueños buscaba libertad. Él sabía lo que
soñaba y que no era él lo que buscaba. Ella no tenía intención de ocultárselo…
Él necesitaba soñar. En sus sueños la buscaba. Ella sabía lo que soñaba
y que era ella lo que buscaba. Él no tenía intención de ocultárselo…
Un avión. Realidad.
Se
miraron. Callados.
Ya no podía más, no era feliz y
todo era debido a él. Había tomado una decisión. Estaba dispuesto a…
Ella bebió un sorbo de café. El amargo líquido se abría paso por su
garganta a la vez que descubría la taza vacía de su compañero.
Alzó la mirada y se congeló en los ojos de él. Él le devolvió una dura
y fría sonrisa al tiempo que repasaba los efectos del veneno. Calor.
Parálisis. Muerte.
La taza se cayó y …
Despertó. Allí estaba ella. Ya no
estaba dispuesta a afrontar un nuevo día.
Salió a la terraza; una terraza
pequeña con vistas a un patio interior. Vio que en la mesa había un paquete de lucky. Solo quedaba un cigarro y no pensaba compartirlo.
La vecina colgaba la ropa y ella
exhalaba su pasado en cada bocanada de humo. Ahí estaba él. Ocupando la mayor
parte de sus recuerdos…
Bajó la vista y observó cómo sus
manos temblaban. En su muñeca vio el nombre que tanto le había marcado… incluso
la piel.
La puerta. Acción.
Él se acercó. La saludó con un
beso. Ella sonrió y giró la vista hacia el patio. Seria. Pensativa.
Él sugirió un café. Ella accedió
y fue a la cocina a prepararlo.
En la cocina, ella miraba por la
ventana mientras se hacía el café. Seria. Pensativa.
Pastillas. No. Pistola. No.
El café hervía. Cogió una
bandeja, dos tazas, un cuchillo, un cartón de leche, dos cucharillas, azúcar…
Él miraba hacia el patio. Serio.
Pensativo. Una sonrisa forzada apareció en su cara cuando la oyó llegar.
Ella sirvió el café. Él se echó
azúcar y obvió el cuchillo. Serio. Pensativo.
Bebieron el café. Cuando la
última gota se deslizaba por su garganta, ella cogió el cuchillo con decisión.
Él se apartó asustado, pero no
huyó. Ella se acercó, se sentó en su regazo. Las lágrimas humedecían sus
mejillas.
Él secó sus ojos. Ella le dio un
beso. Clavó el cuchillo en sus entrañas…
Sonrió aliviada y se desplomó
entre sus brazos. La sangre empapaba su camisa, sus pantalones…
Las lágrimas humedecían sus mejillas.
Sin control. Sin comprensión. Rabia. Horror. Dolor. Abrió sus venas.
La vecina colgaba la segunda
tanda de ropa. No miró la terraza de sus vecinos.
La sangre invadía la terraza y se
escurría entre las rejas. Una gota pintó los labios de la muñeca de una niña
que mataba el tiempo en el patio.
La niña gritó. La vecina salió de
nuevo a la terraza. Buscó el origen del grito.
Miró demasiado tarde la terraza
de sus vecinos.
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