martes, 5 de enero de 2016

El café



Allí estaba ella. En pie. Dispuesta a afrontar un nuevo día.
Salió a la terraza; una terraza inmensa con vistas al mar. Vio que en la mesa estaba el desayuno: dos tazas, un plato para compartir…
Giró su vista al mar. La inmensidad. Cerró los ojos y sintió cómo la brisa rozaba su piel, sus mejillas, sus labios… Espiró y abrió los ojos.
Una figura se iba aproximando desde la playa. Era él. El que usaría la segunda taza, con el que compartiría aquel plato…
Él la vio a lo lejos y la saludó. Ella no respondió. Lo siguió con la mirada hasta que alcanzó la terraza. Él, demasiado caballero, apartó la silla para que ella se sentara y sirvió el café.
Ella volvió su vista al mar y comenzó a soñar despierta. ¿Cómo sería su vida si no estuviera él?
Él la miró y pensó lo bonita que estaba con los brazos cruzados, la mirada perdida en otro mundo y la melena agitada por el viento. Queriendo soñar también, él miró al mar. ¿Cómo sería su vida si ella le quisiera?
Ella necesitaba soñar. En sus sueños buscaba libertad. Él sabía lo que soñaba y que no era él lo que buscaba. Ella no tenía intención de ocultárselo…
Él necesitaba soñar. En sus sueños la buscaba. Ella sabía lo que soñaba y que era ella lo que buscaba. Él no tenía intención de ocultárselo…
Un avión. Realidad.
Se miraron. Callados.
Ya no podía más, no era feliz y todo era debido a él. Había tomado una decisión. Estaba dispuesto a…
Ella bebió un sorbo de café. El amargo líquido se abría paso por su garganta a la vez que descubría la taza vacía de su compañero.
Alzó la mirada y se congeló en los ojos de él. Él le devolvió una dura y fría sonrisa al tiempo que repasaba los efectos del veneno. Calor. Parálisis. Muerte.
La taza se cayó y …
Despertó. Allí estaba ella. Ya no estaba dispuesta a afrontar un nuevo día.
Salió a la terraza; una terraza pequeña con vistas a un patio interior. Vio que en la mesa había un paquete de lucky. Solo quedaba un cigarro y no pensaba compartirlo.
La vecina colgaba la ropa y ella exhalaba su pasado en cada bocanada de humo. Ahí estaba él. Ocupando la mayor parte de sus recuerdos…
Bajó la vista y observó cómo sus manos temblaban. En su muñeca vio el nombre que tanto le había marcado… incluso la piel.
La puerta. Acción.
Él se acercó. La saludó con un beso. Ella sonrió y giró la vista hacia el patio. Seria. Pensativa.
Él sugirió un café. Ella accedió y fue a la cocina a prepararlo.
En la cocina, ella miraba por la ventana mientras se hacía el café. Seria. Pensativa.
Pastillas. No. Pistola. No.
El café hervía. Cogió una bandeja, dos tazas, un cuchillo, un cartón de leche, dos cucharillas, azúcar…
Él miraba hacia el patio. Serio. Pensativo. Una sonrisa forzada apareció en su cara cuando la oyó llegar.
Ella sirvió el café. Él se echó azúcar y obvió el cuchillo. Serio. Pensativo.
Bebieron el café. Cuando la última gota se deslizaba por su garganta, ella cogió el cuchillo con decisión.
Él se apartó asustado, pero no huyó. Ella se acercó, se sentó en su regazo. Las lágrimas humedecían sus mejillas.
Él secó sus ojos. Ella le dio un beso. Clavó el cuchillo en sus entrañas…
Sonrió aliviada y se desplomó entre sus brazos. La sangre empapaba su camisa, sus pantalones…
Las lágrimas humedecían sus mejillas. Sin control. Sin comprensión. Rabia. Horror. Dolor. Abrió sus venas.
La vecina colgaba la segunda tanda de ropa. No miró la terraza de sus vecinos.
La sangre invadía la terraza y se escurría entre las rejas. Una gota pintó los labios de la muñeca de una niña que mataba el tiempo en el patio.
La niña gritó. La vecina salió de nuevo a la terraza. Buscó el origen del grito. 
Miró demasiado tarde la terraza de sus vecinos.

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